La imagen de universo vigente antes de Copérnico era la combinación de la física de Aristóteles y la astronomía de Ptolomeo: la tierra en reposo en el centro del universo, el universo finito, limitado por la esfera de las estrellas fijas y totalmente ocupado (sin vacío) por esferas transparente de éter, en cuyo interior se encuentran los astros.
En el siglo XVI, Nicolás Copérnico publicó un modelo del Universo en el que el Sol (y no la Tierra) estaba en el centro. Las anteriores hipótesis se mantenían desde el siglo II, cuando Tolomeo había planteado un modelo geocéntrico que fue utilizado por astrónomos y pensadores religiosos durante muchos siglos.
La revolución científica que implanta la ciencia moderna se inicia en el siglo XVI con la publicación del libro de Copérnico en el que defiende la hipótesis heliocéntrica (1543) —la Tierra es la que gira en torno al Sol— y termina con la publicación de los Principia de Isaac Newton (1687), que integra magistralmente todas las teorías y descubrimientos en torno a una fuerza hasta entonces no claramente formulada: la fuerza de gravedad.
Copérnico, Galileo, Kepler, Descartes acabaron con la imagen aristotélica de un universo cerrado tanto en la astronomía como en física. La síntesis final de Newton en torno a la ley de la gravitación universal, ha sido hasta principios del siglo XX el paradigma, el modelo de universo, dominante en física e influyente en muchas otras áreas. Todavía hoy la imagen, la representación que tenemos del universo la construyeron estos científicos, y era totalmente distinta y novedosa respecto a la que la tradición les había legado Además afirmaba que la Tierra, en su movimiento rotatorio, se inclinaba sobre su eje (como un trompo). Sin embargo, aún mantenía algunos principios de la antigua cosmología, como la idea de las esferas dentro de las cuales se encontraban los planetas y la esfera exterior donde estaban inmóviles las estrellas.
El equipo de astrónomos del Observatorio Europeo Austral (ESO) ha fotografiado imágenes que muestran que los planetas rocosos, no mucho más grandes que la tierra, son muy comunes en las zonas habitables en torno a estrellas rojas débiles. De hecho, el equipo internacional encargado de la misión estima que debe haber decenas de miles de millones de planetas de este tipo sólo en la Vía Láctea, y probablemente haya cerca de una centena en las vecindades del Sistema Solar.
El descubrimiento lo ha realizado el espectógrafo HARPS El sondeo, realizado con el espectrógrafo HARPS, conocido como el "cazador de planetas", instalado en un telescopio de 3,6 metros de observatorio de La Silla, en Chile, permitió además deducir que en las vecindades del Sistema Solar, a distancias inferiores a 30 años luz, debe de haber una centena de "súper-Tierras" con una masa de entre una y diez veces el planeta Tierra.
Se trata de la primera vez que se mide de forma directa la frecuencia de súper-Tierras en torno a enanas rojas, las cuales suponen el 80 por ciento de las estrellas de nuestra galaxia, según ha señalado ESO.
"Alrededor del 40 por ciento de todas las estrellas enanas rojas tienen una súper-Tierra orbitando en su zona de habitabilidad, una zona que permite la existencia de agua líquida sobre la superficie del planeta" explicó el líder del equipo internacional, Xavier Bonfils.
Según el astrónomo del Observatorio de Ciencias del Universo de Grenoble (Francia), dado que las enanas rojas son tan comunes -hay unos 160.000 millones en la Vía Láctea-, se puede concluir que "hay decenas de miles de millones de planetas de este tipo sólo en nuestra galaxia".
Durante las observaciones, realizadas durante un periodo de seis años en los cielos australes a partir de una muestra compuesta por 102 estrellas enanas rojas, los científicos descubrieron un total de nueve súper-Tierras.
Según Stéphane Udry, del Observatorio de Ginebra, "la zona de habitabilidad en torno a una enana roja, donde la temperatura es apta para la existencia de agua líquida en la superficie, está más cerca de la estrella que en el caso de la Tierra con respecto al Sol". Pero las enanas rojas se conocen por estar sujetas a erupciones estelares o llamaradas, lo que inundaría el planeta de rayos X o radiación ultravioleta: esto haría más difícil la existencia de vida", agregó.
Uno de los planetas descubiertos por el espectrógrafo HARPS es Gliese 667 Cc, el más parecido a nuestro planeta, y casi con seguridad reúne las condiciones adecuadas para la presencia de agua líquida en su superficie, según el Observatorio Europeo Austral.
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