Para la sociedad general, la osteoporosis tiene cara de mujer. Y nada más lejos de la realidad resulta una afirmación exacta. Pese a que la prevalencia sea mayor en ellas que en los varones.
De los más de tres millones y medio de afectados en la actualidad, al menos un millón son varones, según la Sociedad Española de Reumatología (SER). De ahí la importancia de establecer algún método de detección precoz, como el «screening» o cribado, para diagnosticar la existencia de unos huesos porosos y débiles antes de que lleguen las fracturas.
Así, Joan Miquel Nolla, portavoz de la SER, establece que «la edad ideal no sólo en varones, sino en ambos sexos, sería una vez superados los 65 o 70 años y en ese momento podría realizarse una densitometría -herramienta que mide la "salud" del hueso- para comprobar su estado». Según los expertos, esta prueba es más popular en las mujeres que en los hombres porque entra dentro de la serie de exámenes que pasan una vez llegada la menopausia. «Pero en hombres, es mucho menos frecuente encontrarse con esto. Un ejemplo práctico, lo observamos en mi hospital: de cada 100 densitometrías sólo tres corresponde a varones», puntualiza Nolla.
¿POR QUÉ LA DIFERENCIA?
Quizás la principal razón para esta «discriminación» sea el apellido de la patología. «Existen varias formas de osteoporosis, si bien la más prevalente es la que ocurre tras la aparición de la menopausia, conocida como osteoporosis postmenopáusica -o primaria-. Existen también la asociada a la edad u osteoporosis senil, la del varón, y la osteoporosis por glucocorticoides (inducida por medicamento corticoideo) -denominadas secundarias-», explica Carmen Valdés y Llorca, coordinadora nacional del Grupo de Trabajo de Osteoporosis de la Sociedad Española de Médicos de Atención Primaria (Semergen). Asimismo, los especialistas hacen hincapié en la importancia que tiene descartar la existencia de osteoporosis secundaria en los pacientes masculinos ya que «el 50 por ciento de los casos en hombres es secundario a otras enfermedades, predominantemente al alcoholismo, las neoplasias, las enfermedades reumáticas, la inmovilización y el tratamiento con glucocorticoides», subraya Nolla.
La importancia de la prevención y un diagnóstico temprano radica en los elevados costos de su tratamiento. En España la fragilidad ósea hace que cada año se inviertan más de 126 millones de euros en costes directos y hasta 420 millones de euros en costes indirectos. En este sentido, según datos de la SER, cada año se producen unas 25.000 fracturas óseas y aproximadamente una de cada tres mujeres y uno de cada cinco hombres mayores de 50 años sufrirá al menos una fractura osteoporótica a lo largo de su vida. Esto cobra aún más relevancia si las cifras se materializan en daños humanos, ya que un 13 por ciento de los pacientes que han sufrido una fractura de cadera fallece a los tres meses, un dato que asciende al 38 por ciento si el seguimiento alcanza los 24 meses. «Las consecuencias de este tipo de fracturas pueden provocar que la columna se colapse y conducir a una postura anormal que producirá pérdida de estatura o insuficiencia respiratoria», manifiesta Manuel Sosa Henríquez, presidente de la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (Seiomm). «Este tipo de fracturas son, a menudo, asintomáticas y cuando aparece el dolor, a veces suele atribuirse a otros motivos», añade Sosa.
IMPORTANTE ARSENAL
Resulta alentador, pese a que el diagnóstico no llegue cuando deba, saber que se puede contar con un amplio arsenal de compuestos contra la osteoporosis, además de una serie de fármacos en la recámara a la espera de estar preparados para unirse al resto del batallón. «En este momento tenemos la gran suerte de contar con una importante cantidad de fármacos para esta patología. Disponemos de gran variedad en las terapias para la enfermedad osteoporótica y debemos de aprovecharlas de la enfermedad», subraya la coordinadora de Semergen.
El último en llegar ha sido un nuevo modulador de los receptores estrogénicos (SERM), no es un preparado hormonal, sólo tiene afinidad por los receptores de estrógenos permitiendo de esta forma preservar el hueso evitando la resorción -pérdida ósea-. «El bazedoxifeno se dirige a la mujer con osteoporosis, pero centrado en el periodo de postmenopausia reciente, ya que durante los cinco primeros años tras la instauración de la menopausia es cuando se produce la mayor pérdida de masa ósea», explica Valdés.
De cara al futuro a medio y largo plazo, los medicamentos, que aún duermen en los laboratorios, son extraordinariamente selectivos respecto a los mecanismos de creación y destrucción del hueso. «Esto es, que van dirigidos a los osteoblastos -los que crean hueso- y los osteoclastos -quienes lo destruyen-», aclara el portavoz de la SER.
A CADA UNO, LO SUYO
Gracias al abanico de posibilidades que hay en el tratamiento farmacéutico, los expertos abogan por dar a cada paciente un tratamiento más personal y más adecuado. Valdés: «Existen circunstancias donde el uso de uno u otro es más efectivo. Los fármacos de la osteoporosis se clasifican según su mecanismo de acción como antirresotivos, es decir que frenan la resorción ósea, la destrucción de hueso. Otros tienen un mecanismo de acción anabolizante es decir forman hueso nuevo, y otros tienen mecanismo dual doble), por un lado antirresortivo frenando la resorción, y al mismo tiempo favorecen la formación. Según el tipo de OP -subtipo de la patología-, y el perfil del paciente estará indicado uno u otro fármaco». En este sentido, Santiago Palacios, director del Instituto Palacios de Salud y Medicina de la Mujer es más específico: «Parece lógico que los fármacos de elección en la mujer de 50-60 años con osteoporosis y riesgo de fractura serían fármacos antiresortivos que, de la forma más fisiológica posible, pudieran impedir este aumento de la resorción ósea, como pueden ser los SERMs (moduladores selectivos de los receptores estrogénicos) -como el raloxifeno y/o el bazedoxifeno-. Posteriormente, sería interesante tener fármacos como los bifosfonatos o el ranelato de estroncio, para, ya en mujeres mayores con falta de formación ósea, administrar tratamientos que formen hueso, como la PTH y/o ranelato de estroncio».
MEDIDAS SENCILLAS
Mucho antes de tener que llegar a los medicamentos, los expertos recomiendan la actividad física en la infancia y la adolescencia para reducir los problemas que conlleva la osteoporosis ya que se estima que disminuye en un 25 por ciento el riesgo de caídas de los pacientes con osteoporosis, según ha dejado patente Andrés Peña Arrebola, médico rehabilitador del Hospital Universitario Ramón y Cajal en Madrid, durante XLVIII Congreso Nacional de la Sociedad Española de Rehabilitación y Medicina Física (SERMEF).
«El ejercicio resulta una forma accesible de prevención y tratamiento de la pérdida de masa ósea, que no tiene efectos colaterales, su coste es bajo, proporciona beneficios sobre la estabilidad postural y la prevención de caídas. En definitiva, conforma un aspecto fundamental de la rehabilitación al jugar un papel importante en el desafío de la osteoporosis», manifiesta Peña Arrebola.
Sin embargo, como subraya Palacios, «lo más importante en el caso de las mujeres durante la menopausia va a ser detectar a las pacientes con alto riesgo de fractura por osteoporosis, ya que en estos casos es donde unas medidas preventivas de tipo de vida, como pueden ser el ejercicio físico, la ingesta adecuada de calcio y vitamina D, la exposición moderada al sol y evitar los factores de riesgo serán fundamentales».
Uno de los ejercicios que mejoran la densidad mineral ósea es el Tai Chi, aunque su práctica debe estar recomendada por facultativo. Éste es, además, un ejercicio que se practica en grupo, algo muy estimulante para mantener al paciente en la práctica periódica de la actividad física.
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