26.10.10

El éxito no da la felicidad

Tanto buscar el éxito, tanto perseguir la fama, el dinero y el poder, y al final resulta que la felicidad está en otra parte.

Según el más amplio estudio que ha investigado cómo evoluciona la felicidad a lo largo de la vida, quienes ayudan a otras personas suelen ser más felices que quienes buscan el éxito individual. Quienes encuentran el equilibrio entre trabajo, familia, amistades y ocio suelen ser más felices que que quienes anteponen su carrera a cualquier otra prioridad. Quienes cuidan su salud suelen ser más felices que quienes la pierden en los placeres de la mesa y del sofá. Y, en el caso de las mujeres, quienes conviven con un hombre que da prioridad a la familia suelen más felices que quienes viven con un hombre que da prioridad al trabajo.

El estudio, presentado este mes en la revista Proceedings de la Academia Nacional de Ciencias de EE.UU., desmiente la teoría de que la felicidad de una persona depende de su personalidad y por lo tanto apenas varía a lo largo de la vida. Esta teoría ha sido hegemónica en psicología en las tres últimas décadas, aunque ninguna investigación había analizado hasta ahora cómo evoluciona la felicidad de las poblaciones a largo plazo, informan los autores del nuevo estudio.

"Nuestros resultados demuestran que la capacidad para ser más o menos felices no es algo que nos venga dado, sino que la construimos a lo largo de la vida con las decisiones que tomamos", ha declarado por correo electrónico Bruce Headey, investigador de la Universidad de Melbourne (Australia) y primer autor del estudio. Según Headay, no es que la personalidad no influya, pero no es lo único que influye. Ni lo más importante.

El estudio se ha basado en la Encuesta Socioeconómica de Alemania, que desde 1984 ha planteado anualmente a decenas de miles de ciudadanos preguntas relacionadas con su situación personal y con su bienestar psicológico. Esta encuesta "proporciona la serie de datos más larga del mundo" para estudiar cómo evoluciona la felicidad, escriben los investigadores en Proceedings.

Para comprobar si la felicidad fluctúa a lo largo de la vida, los investigadores clasificaron a los encuestados según su nivel de satisfacción en el momento de responder a cada encuesta. Si la felicidad es estable, pensaron, los más felices en 1984 deberían seguir siendo los más felices en el 2008 (el último año analizado).

Pero no fue esto lo que observaron. El 38% de los encuestados variaron su lugar en la clasificación en más de 25 puntos porcentuales en estos 25 años. Un 25% había cambiado más de 33,3 puntos. Y un 12% había cambiado más de 50 puntos.

(Un punto porcentual se refiere a que se divide la muestra en cien niveles, cada uno de los cuales agrupa a un 1% de las personas encuestadas; una variación de 25 puntos significa que una persona que estaba, por ejemplo, en el nivel 50 en 1984 pasó a estar en el 2008 por debajo del nivel 25 o por encima del 75.)

Estos resultados demostraban que la teoría psicológica que predecía que la felicidad no varía a largo plazo era errónea. A continuación los investigadores analizaron de qué depende que la felicidad varíe. Y descubrieron que otorgar mucha importancia al éxito profesional y al poder adquisitivo no favorece la felicidad a largo plazo. Al contrario, "priorizar los objetivos de éxito y los objetivos materiales es perjudicial para la satisfacción vital", escriben en Proceedings. En cambio, priorizar la relación con la pareja, la relación con los hijos, los comportamientos altruistas y la participación en actividades sociales sí favorece la felicidad.

Estos resultados ofrecen una lección importante de cara a la educación de los niños, apunta Bruce Headey. Si se quiere que sean felices de mayores, es mejor enseñarles a ser altruistas que a ser competitivos. Pero no es un descubrimiento sorprendente, reconoce el investigador. Mientras los medios de comunicación hacen apología de la fama y la victoria, "en muchas escuelas e iglesias se enseña a los niños a actuar de manera generosa y altruista", afirma.

Una segunda lección importante afecta a las relaciones de pareja. En conjunto, las personas casadas o con pareja estable expresan un nivel de satisfacción con sus vidas superior al de las personas sin pareja. Pero tener una pareja psicológicamente inestable, o bien una pareja que desatiende la relación familiar, causa una pérdida significativa de felicidad a largo plazo.

De todas las variables que influyen en la evolución de la felicidad, la más importante es el paro. Aunque el máximo bienestar psicológico se registra cuando hay un equilibrio entre trabajo y ocio, la falta de trabajo resulta mucho más perniciosa que la sobrecarga de trabajo tanto para hombres como para mujeres.

La investigación no aclara qué ocurre en el cerebro cuando una persona se siente feliz. "Es algo que aún no sabemos", informó ayer Ignasi Morgado, catedrático de Psicobiología de la Universitat Autònoma. "Podemos explicar qué ocurre en áreas concretas del cerebro cuando una persona se siente triste. Pero la felicidad no es el contrario de la tristeza, porque una persona puede no estar triste y sin embargo no sentirse feliz. Tiene que ocurrir algo más en otras áreas del cerebro para que se dé esa sensación de bienestar que llamamos felicidad".

Esta es un área de investigación que "aún está muy verde", advirtió Morgado. "Desde el punto de vista de la neurobiología, nos falta una buena definición de felicidad para asegurarnos de que todos los investigadores hablamos de lo mismo cuando introducimos este concepto. Es un trabajo que aún está por hacer".

Pero el descubrimiento de que el bienestar psicológico fluctúa a lo largo de la vida "abre un periodo estimulante en la investigación sobre la felicidad", sostiene Bruce Headey. En esta investigación, añade, no sólo serán bienvenidos psicólogos y neurobiólogos, sino también los economistas que desarrollan indicadores para cuantificar el bienestar de las poblaciones.

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