La próxima misión de la NASA en Marte, un gran robot móvil bautizado como Curiosity, llevará en uno de sus mástiles dos equipos desarrollados enteramente en España que permitirán conocer de forma precisa e ininterrumpida qué tiempo hace en el planeta rojo. «Las piezas ya están instaladas y calibradas. Lo que se ve actualmente ya es lo mismo que va a volar el próximo otoño», explica Javier Gómez-Elvira, director del Centro de Astrobiología (Cab) e investigador principal del proyecto. Se trata del primer componente español que viaja a Marte.
La misión, llamada técnicamente Mars Science Laboratory (MSL), tiene como principal objetivo caracterizar química y meteorológicamente la zona de amartizaje, tanto en la actualidad como en tiempos pasados, y en general suministrar información que ayude a planificar futuras misiones tripuladas. El Curiosity, del tamaño de un coche, será el mayor vehículo que jamás se ha posado en Marte y el que disponga de las mejores prestaciones: impulsado por una batería nuclear y con seis ruedas, podrá moverse por la superficie del planeta, sortear obstáculos de hasta 70 centímetros de alto, tomar fotos de gran resolución, levantar rocas y vaporizarlas con un láser, entre otras posibilidades.
COMO EN LAS 'VIKING', PERO MEJOR
El instrumento español, llamado REMS (siglas en inglés de Estación de Monitorización Medioambiental del Rover), medirá la velocidad y dirección del viento, la presión atmosférica, la humedad, la temperatura del aire y del suelo y la radiación ultravioleta. Está previsto que tome medidas durante cinco minutos cada hora a lo largo de 23 meses, que es la duración prevista del rover. «Las dos sondas Viking de los años 70 contaban con una estación meteorológica, pero sin continuidad. Tomar datos durante un largo periodo es fundamental -prosigue el investigador del Cab- porque nos permitirá ver cómo evoluciona la atmósfera». La mayoría de los datos de Marte conocidos hasta ahora proceden de observaciones indirectas tomadas desde satélites en órbita, pero no desde el nivel del suelo, destaca el Gómez-Elvira.
Las condiciones extremas en la previsible zona de trabajo han sido el gran reto de REMS. La temperatura no solo descenderá durante las noches más frías hasta -120o, sino que podría ascender
a -50o en apenas 12 horas. Y luego, en los días más cálidos, podría llegar a unos agradables 10o positivos. Mientras que los restantes componentes de la misión han sido concebidos para protegerse del frío, REMS tiene que trabajar ju stamente en el frío. «Ese fue el mayor desafío», dice Gómez-Elvira.
QUE EL VEHÍCULO NO INTERFIERA
Otra de las dificultades era registrar las condiciones ambientales sin que las mediciones se vieran interferidas por el funcionamiento y el movimiento del propio robot. Además, no podía superarse el peso máximo establecido: 1,3 kilogramos. «Nos ha obligado a seleccionar muy bien los materiales empleados», insiste. En el desarrollo del REMS han trabajado unos 40 investigadores. El Cab, situado en Torrejón de Ardoz (Madrid), es un centro mixto del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial y el CSIC.
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