17.8.13
La Torre Bellesguard de Gaudí abre sus puertas al público.
Barcelona ganará en septiembre un nuevo monumento modernista visitable, la Torre Bellesguard. Esta singularísima obra de Antoni Gaudí, ubicada a los pies del Tibidabo, ofrecerá visitas diarias por primera vez en su larga historia, tanto a sus jardines como al interior. La iniciativa surge de los nietos de su propietaria, Amèlia Roche, que han adecuado la finca para que pueda recibir a grupos y particulares a partir del miércoles 18 de septiembre, de lunes a sábado y en dos modalidades distintas.
Bellesguard tiene varias particularidades que le otorgan un valor histórico y artístico distinto al de los grandes hitos del modernismo barcelonés, como La Pedrera o la Casa Batlló. Antoni Gaudí la construyó para Jaume Figueras, comerciante y amigo personal del arquitecto, que quería construir su flamante residencia en un espacio emblemático y lleno de significado político. La colina donde está situado albergó en el siglo XIV el castillo de Martí l'Humà, el último rey del Casal d'Aragó. Según dice la leyenda, en el siglo XVIII también sirvió de escondite al bandolero Serrallonga. Para dos hombres de la Renaixença como Figueras y Gaudí, Bellesguard era un espacio único, para el que había que crear un edificio igual de especial y simbólico.
El genio modernista aprovechó los pocos elementos que quedaban de la fortaleza medieval –que mucho antes ya había sido torre defensiva romana y seguramente también poblado íbero– e ideó un nuevo edificio con apariencia de castillo, con almenas y más líneas rectas de las que son habituales en su estilo. Rompió la rigidez con una piel de pizarra y muchos volúmenes incrustados en la fachada, como bancos de mosaico, verjas de hierro forjado, coloridos ventanales, cenefas de ladrillo, barandillas y tuberías en forma de hiedra. Tras servir de vivienda a la viuda de Figueras –él murió antes de verla terminada–, fue incautada durante la Guerra Civil y usada como orfanato.
En 1944 el oncólogo Lluís Guilera Molas, suegro de la actual propietaria, compró la torre y la convirtió en un pequeño hospital oncológico, etapa de la que se conserva abundante documentación, instrumental y fotografías. Es Bien Cultural de Interés Nacional desde 1969. En las últimas décadas ha sido únicamente residencia familiar y lo seguirá siendo ahora que abrirá al público.
La inauguración oficial de la torre como monumento visitable está prevista para el próximo 17 de septiembre, con la presencia del alcalde Trias y los consellers Puig y Mascarell. La mañana siguiente ya abrirá con su horario de visitas regular: de lunes a sábado de 10 a 19 horas en verano y de 10 a 16 horas en invierno. Los domingos, aunque son días de mucha demanda turística, permanecerá cerrado para la familia, que no quiere renunciar a la intimidad de su almuerzo semanal.
Habrá dos modalidades de visita: el itinerario completo guiado y la visita libre por el exterior. La primera durará hora y media y costará unos 15 euros. Requerirá reserva previa y se hará en catalán, castellano e inglés, en grupos de 15 personas como máximo, puesto que la estrechez de la escalera interior no permite el acceso de grandes grupos como los que mueven los turoperadores en autocares. "Sin embargo, hemos detectado que también hay un tipo de turista que viene para recorrer las obras de Gaudí en un fin de semana y que no quiere invertir tanto tiempo en cada una", comenta Anna Mollet, nieta de Amèlia Roche y alma mater del proyecto. Para éstos habrá otro tíquet, que costará alrededor de 7 euros y permitirá ver sin reserva previa el exterior de la casa, los jardines y la antigua fortaleza. Dispondrá de una audioguía en ocho idiomas y de un espacio divulgativo en el antiguo establo de caballos, que ofrecerá un audiovisual, una exposición de fotos y una pequeña tienda.
"La construcción de un túnel de agua en Collserola en 2008, con detonaciones de dinamita, provocó desperfectos importantes en la casa y el pináculo amenazó con caer. Tuvimos que cofinanciar una reparación muy costosa, artesanal y a medida, para restaurar la fachada y la aguja respetando el proyecto original de Gaudí", relata Anna Mollet, de 33 años y periodista de formación. "Fue entonces cuando la familia, que somos más de 18 y siempre hemos estado muy unidos entorno a esta casa, cambiamos de chip y pasamos a verla como un monumento amenazado", añade. "Nos dimos cuenta de que, si no explotábamos la finca a través de visitas regulares, no podríamos volver a afrontar otra obra estructural como aquella y nos arriesgábamos a que la torre pudiera acabar algún día en manos de un banco o de un holding extranjero".
La apertura al público también ha requerido una inversión inicial, que ha salido de fondos privados y que esperan amortizar en unos cuatro años. "No hemos pedido ninguna ayuda, porque no era la filosofía de nuestro bisabuelo y porque no es un momento como para pedir dinero a las administraciones públicas", argumenta. Otro preparativo ha sido constituir un grupo de investigación sobre Bellesguard. Quince académicos de varias disciplinas y universidades trabaja desde hace un año voluntariamente en la recogida y verificación de documentos sobre la casa. Dirigidos por el arqueólogo Manuel Megarde –con 26 años de experiencia en la Colònia Güell de Gaudí y amigo de la familia–, han excavado la base de la muralla y han encontrado cuatro estratos de mortero y un centenar de piezas cerámicas, las más antiguas del siglo II aC. Además sospechan que bajo la casa hay túneles de la Guerra Civil y un manantial de agua freática que alimentaba la fuente de la capilla religiosa anexa.
Los beneficios de las visitas, además de costear la infraestructura que éstas requieren, servirán para ampliar la investigación histórica y rehabilitar poco a poco distintos elementos y estancias que ya acusan el paso de los años. "Las piedrecitas de la fachada van cayendo, los bancos necesitarían una restauración, las palmeras tienen que ser tratadas por la plaga del escarabajo picudo, la sala de autopsias del antiguo hospital debería ser museizada…", enumera Mollet, gerente de la empresa familiar que explotará el acceso turístico. Reivindicar el legado del bisabuelo es una de las asignaturas pendientes que más les ilusiona. Aunque fue precursor del tratamiento con agujas de radio y trabajó junto a Ramón y Cajal y el matrimonio Curie, su memoria fue marginada durante el franquismo por la filiación catalanista del oncólogo y catedrático.
Para calentar motores y darse a conocer, la torre Bellesguard ha abierto discretamente este agosto dos noches semanales. Los martes y jueves de 18 a21 horas ofrecen las Nits Gaudí, una visita guiada con aperitivo final y música en vivo –cava y violín los martes, mojito y DJs los jueves–. Cuestan 20 euros y deben reservarse con antelación. "Ha sido una prueba de mercado y una manera informal de darnos a conocer, con sesiones para blogueros y presencia en las redes sociales", comenta Pol Gago, que también pertenece a la cuarta generación Guilera y a la nueva empresa gestora.
Por ahora no se plantean abrir la casa a eventos mayores, como bodas o convenciones, aunque reconocen que han recibido propuestas y no se cierran por completo en un futuro, si pueden compatibilizarse con la vida privada en la casa. "Siempre habíamos tenido la puerta abierta a visitas, porque mi abuela ha accedido a mostrar la casa a los estudiosos y particulares que se lo han solicitado, pero ahora será distinto, porque los espacios que dedicas a la explotación turística los tienes que sacar de la vida privada", reconoce Mollet.
La matriarca, que conversa distendidamente con los asistentes de las Nits Gaudí, afronta con ilusión la nueva etapa y aplaude la "dedicación y sentimiento" que sus nietos ponen en el proyecto. Si las visitas funcionan, Mollet sueña con que Bellesguard llegue a ser "un referente cultural en la ciudad", donde "artistas que empiezan puedan realizar gratuitamente exposiciones y actuaciones". Y ya tiene acordada su primera oportunidad para hacerse un hueco en la agenda cultural de la capital: será escenario de uno de los actos conmemorativos del Tricentenario de 1714.
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