21.6.11

La edad, la comida y el ambiente dejan su huella en el genoma.

Un grupo internacional de investigadores, la mayoría españoles, ha conseguido la mayor muestra de las marcas que el ambiente y el paso de los años dejan en el genoma de los individuos. Estas marcas modifican la expresión de los genes y en consecuencia el estado de salud de las personas. La huella dactilar epigenética --tal y como la definen los autores del estudio-- también cambia en función del tejido del cual se obtiene el ADN y de la presencia o no de enfermedades como el cáncer.

"El trabajo ha identificado las marcas presentes en 1.500 puntos del genoma de 1.600 individuos", explica Manel Esteller, director del Programa de Epigenética y Biología del Cáncer del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell) de Barcelona, el centro con mayor número de autores en el estudio que se está realizando.

"Hemos analizado 25 tejidos diferentes extraídos de pacientes sanos y enfermos", detalla Esteller. El investigador valora que la muestra cubre al menos el 1% del total de marcas que un ADN humano puede llevar. "Es probable que el récord se supere rápidamente por el progreso de las tecnologías de análisis", comenta Lluís Montoliu, investigador del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC, Madrid), no implicado en el estudio.

"Hasta hace poco se creía que las características y enfermedades del organismo dependían básicamente de la herencia, de los genes", dice Montoliu. Pero en los últimos años se ha descubierto que algunas dependen de las marcas epigenéticas, moléculas que se disponen encima del genoma --buena parte de ellas a lo largo de la vida-- y que modifican su expresión. La mayoría de estas moléculas son grupos metilos y el proceso se llama metilación del ADN.

"Mirando al conjunto de estas marcas en un individuo se puede predecir con cierta precisión su edad", explica Esteller. Al nacer, la distribución de los grupos metilos es más o menos igual en cada persona y el envejecimiento la modifica. "Todas las células del cuerpo tienen el mismo ADN.

Lo que distingue un esófago de un ovario es básicamente una metilación distinta", observa el científico. La metilación distingue también un tejido sano de uno enfermo. "Los distintos tipos de cáncer tienen epigenomas distintos", afirma Esteller.

Pero ¿de dónde vienen las marcas epigenéticas? En algunos casos, es el propio organismo quien determina su distribución. "En el envejecimiento, las proteínas encargadas de la metilación, después de décadas de divisiones celulares, dejan de colocar las marcas en donde correspondería", explica Esteller.

Todo apunta a que buena parte de las marcas dependen de las circunstancias de la vida de cada uno. "Los componentes del tabaco pueden introducir modificaciones en las marcas del tracto bucal y respiratorio y de la vejiga", explica Esteller. El alcohol también podría modificar las marcas hasta el punto de potenciar la expresión de los genes que inducen la tolerancia a esa sustancia.

La comida de calidad es crucial. "Las grasas depositan grupos metiles en los genes implicados en la prevención de los trombos", apunta Esteller.

La exposición al azúcar podría dejar marcas en el páncreas que inducirían la diabetes. Finalmente, los folatos y las vitaminas B12 y B6 producirían grupos metiles que evitan que el ADN se pueda romper.

"El mecanismo mediante el cual el ambiente modifica las marcas es casi del todo desconocido --comenta Montoliu--. Quizá en un futuro se podrá reconstruir la cadena que lleva, por ejemplo, desde la exposición a metales pesados (por vivir cerca de una mina) hasta los cambios epigenéticos, a los cánceres de estómago derivados".

Esteller planifica extender el estudio a 450.000 puntos del ADN: ello permitiría identificar las características más personales, lo que convertiría las marcas en una auténtica huella dactilar.


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