31.7.11

El glaucoma.

El glaucoma o tensión ocular es un aumento de la presión del globo que provoca lesiones en el nervio óptico y puede derivar en ceguera. Todavía se desconoce la razón de su aparición y es una patología infradiagnosticada: sólo la mitad de los afectados recibe tratamiento médico. En ocasiones, afecta incluso a varios miembros de una misma familia.

La presión ejercida en el globo ocular no provoca, en general, sintomatología, por lo que muchos pacientes ignoran que tienen glaucoma. Las mediciones que superan los 20-22 mmHg indican un riesgo de glaucoma. Sin embargo, cada ojo tiene una configuración distinta, lo que permite este trastorno a presiones consideradas "normales". Los especialistas deben realizar siempre varias mediciones para diagnosticar un problema de glaucoma. Es posible que éste pase desapercibido y no se trate, o bien se intente curar a pesar de no representar un problema (falso positivo).

Ante la duda, el examen con un oftalmoscopio, un instrumento que estudia el interior del ojo, puede revelar cambios causados por la enfermedad, visibles en el nervio óptico. Otras veces, los especialistas utilizan una lente especial para observar los canales de salida (gonioscopio). El glaucoma causa una pérdida de la visión periférica o puntos ciegos en el campo visual, por lo que se pide al paciente que mire de frente, hacia un punto central, e indique cuándo es capaz de apreciar un haz de luz.

Ante un ojo dañado por una infección, inflamación, tumor, catarata o cualquier trastorno ocular que interfiera con el drenaje de la cámara anterior, puede aparecer un glaucoma reactivo o secundario. Los medicamentos hipotensores o antiinflamatorios no siempre responden, por lo que, en ocasiones, es necesario tratar con cirugía.

El glaucoma se trata de forma permanente. Se administran gotas oculares todos los días. Estas gotas, como es el caso de una prostaglandina que reduce la presión intraocular, requieren una formulación con aditivos conservantes que garanticen la asepsia del producto y alarguen su duración, como el cloruro de benzalconio. Esta sustancia no supone un inconveniente, en el caso de antibióticos o colirios que se utilicen de forma puntual; pero al tener que aplicarse cada día en contacto con la conjuntiva del ojo, pueden provocar inflamación y lesionarla.

Los conservantes benefician al fármaco, pero perjudican al ojo, un motivo por el que cada vez se opta más por colirios, lágrimas artificiales o tratamientos en monodosis y sin conservantes. Estos se administran con frecuencia, sin lesionar el tejido fino y transparente que recubre la superficie externa del ojo.

El tratamiento es fundamental para minimizar los casos de ceguera asociados a esta enfermedad. Además, entre las terapias, destaca el uso de gotas oculares. Su aplicación correcta es esencial, pero sólo un 31% de los pacientes son capaces de verter una gota en el ojo sin tocarlo. Es fundamental que la gota entre en el ojo sin tocarlo con la punta del recipiente, ya que "la contaminación","podría causar infecciones oculares graves".

Recomendaciones.

Las gotas oculares tratan la mayoría de glaucomas, excepto el congénito, cuyo único tratamiento es la cirugía. Reducen la tensión en los ojos de distintas formas, pero es el oftalmólogo quien decide la más apropiada para cada caso. Algunas se deben poner sólo una vez al día. Otras, dos y hasta cuatro veces. Es muy importante seguir las indicaciones del tratamiento.

La "Guía de la buena prescripción", editada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), incluye varias recomendaciones para que el paciente con glaucoma actúe de forma correcta con las gotas. En primer lugar, debe lavarse las manos y no tocar el cuentagotas abierto. Luego ha de mirar hacia arriba, tirar el párpado inferior hacia abajo para crear una especie de "saco", acercar el cuentagotas a la parte interior del párpado sin llegar a tocarlo, aplicar las gotas y cerrar el ojo, sin apretar, durante unos dos minutos.

Si se utiliza más de un tipo de gota ocular, hay que esperar al menos cinco minutos antes de aplicar las siguientes y, en caso de quemazón persistente, se debe consultar al médico o al farmacéutico.

En tratamientos con niños, la Guía de la ONU recomienda tumbar a los más pequeños con la cabeza recta y los ojos cerrados, y sujetarles la frente. En esa posición, se dejan caer las gotas prescritas en el ángulo interior del ojo (lagrimal) para que, al abrirlo, se introduzcan en él.

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