Algunas investigaciones recientes en el campo de la medicina han probado
que el no poder dormir la cantidad de horas necesarias durante la
noche, puede ayudar a que ganemos peso.
Dormir menos horas de las necesarias una noche tras otra y tener horarios de sueño desorganizados favorecen el sobrepeso y aumentan el riesgo de diabetes, según una serie de investigaciones que en los dos últimos años han explorado la relación entre el sueño y el metabolismo.
Estas
investigaciones muestran que el metabolismo del cuerpo humano se altera
cuando no se duerme lo suficiente de manera habitual y cuando se
perturba con frecuencia el ciclo del sueño (como en personas que suelen
trabajar en turnos de noche o que sufren jet lag
a menudo). En estos casos, el cuerpo experimenta cambios que lo llevan a
tener más hambre, a preferir alimentos calóricos, a quemar calorías con
menos eficiencia y a acumular más grasa, lo cual favorece el sobrepeso y
la obesidad. Al mismo tiempo, se reduce la secreción de insulina en el
páncreas y merma la capacidad de esta hormona de controlar el nivel de
azúcar en el conjunto del organismo, lo cual eleva el riesgo de
diabetes.
El sueño inadecuado se suma así a las dietas
desequilibradas y a la falta de actividad física como tercer
protagonista de la actual epidemia de obesidad, apunta en un correo
electrónico Orfeu Buxton, neurobiólogo de la Escuela de Medicina de Harvard (EE.UU.) y uno de los líderes mundiales en esta área de investigación.
En
síntesis, la dieta determina cuántas calorías entran en el cuerpo; la
actividad física influye en cuántas salen; y el metabolismo, regulado en
parte por el sueño, influye en la facilidad con que quedan atrapadas
entre la entrada y la salida.
La última investigación presentada por Buxton, publicada en abril en la revista Science Translational Medicine,
ha registrado una reducción del 8% en la capacidad de quemar calorías
en un grupo de voluntarios a los que se alteró la cantidad y la calidad
del sueño durante tres semanas. Esta reducción equivale –manteniendo
iguales la dieta y la actividad física– a un aumento de peso de cinco
kilos y medio al año.
Aunque las condiciones del experimento
fueron extremas, ya que se simularon días de 28 horas (o un jet lag de 4
horas diarias) y solo se dejó dormir a los voluntarios seis horas y
media por cada 28 horas, la investigación prueba que el peso aumenta
cuando la cantidad de sueño se reduce y el horario se altera. Un efecto
adicional de la falta de sueño, añade Buxton, es que “altera las
hormonas leptina y grelina, que regulan el hambre, y aumenta la
sensación de apetito”. Además, “dormir poco cambia nuestras
preferencias; nos apetecen más los alimentos ricos en carbohidratos y no
tanto las frutas, verduras y hortalizas”.
Pese a estos cambios,
“una persona puede dormir menos de lo que le conviene, por ejemplo seis
horas al día, y adaptarse cuidando la dieta y practicando actividad
física”, advierte Lluís de Lecea, neurobiólogo de la Universidad de
Stanford (EE.UU.) y otro de los líderes mundiales en esta área de
investigación. Pero si esta misma persona come más de lo que le
conviene, ganará peso aunque duerma las horas adecuadas. Por lo tanto,
concluye De Lecea, “el sueño puede ser un factor importante en el
aumento de peso, pero el factor más importante sigue siendo la dieta”.
La
última investigación de Buxton indica, en esta línea, que algunas de
las alteraciones del metabolismo inducidas por la falta de sueño son
reversibles. En sus experimentos, tres semanas de sueño desorganizado
alteraron la capacidad de segregar insulina tras una comida, así como la
de quemar calorías. Sin embargo, nueve días de sueño adecuado bastaron
para restaurar después niveles normales de secreción de insulina y de
combustión de calorías.
Falta ver en próximos estudios hasta qué
punto estas alteraciones son reversibles tras un déficit de sueño
mantenido durante varios años. “Estamos empezando a comprender hasta qué
punto la restricción de sueño afecta al metabolismo de la glucosa, pero
necesitamos más información [para comprender] la extensión y la rapidez
de los cambios que llevan a la diabetes”, concluyen Buxton y su equipo
en Science Translational Medicine.
Los investigadores
tampoco tienen aún suficiente información para saber cuántas horas le
conviene dormir a cada persona. Como norma general, se estima que la
mayoría de adultos requieren entre siete y ocho horas diarias de sueño.
Pero, a nivel individual, “las necesidades de sueño varían de unas
personas a otras y no tenemos demasiado bien definido el concepto de
restricción de sueño”, admite De Lecea.
Así, si una persona
mantiene un peso estable y la somnolencia no interfiere en su actividad
diaria, aunque sea gracias a la cafeína, no tiene por qué cambiar sus
hábitos de sueño. Pero si duerme poco y gana peso, puede ser aconsejable
que intente dormir más para no tener tanto apetito e intentar corregir
su metabolismo.
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2 comentarios:
La verdad es que cada dia descubrimos algún estudio nuevo que nos hace darle la vuelta totalmente a nuestros esquemas de lo que habíamos creido hasta ese momento ¡hasta que viene otro estudio más nuevo y vuelta a cambiarlos de nuevo! en fin, que aunque estos estudios no tengan a veces una gran base científica, hay que reconocer que.....¡y lo que nos divertimos nosotros comentando luego estas noticias con los amigos jejeje! Un beso,
Gracias Nieves!
Agradecemos y valoramos tu comentario.
Saludos!
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