Aunque los bebes dependan completamente de su madre, sus cinco sentidos ya están preparados para recibir la información que lo rodea de forma que, al final, pueda arreglárselas solo. Su cerebro está ocupado creando vínculos cruciales entre las células nerviosas y demás. Cada mes, todo lo que ve, oye, siente, prueba o huele cobra sentido y crea una nueva red de células. La velocidad con la que un recién nacido aprende a distinguir los aromas maternos es sorprendente. Algunos estudios demuestran que, cuarenta y cinco horas después del parto, un bebé conoce el olor de su madre.
La relación del bebé con la madre, antes y después del parto, está llena de elementos que muchos dirían mágicos y que la ciencia va poco poco entendiendo y explicando. De igual modo, nos asombran a veces los comportamientos de muchos animales, como ese pingüino que reconoce a su madre por su parloteo entre un millar.
Pero los seres humanos, a veces lo olvidamos, somos animales. Mamíferos que comenzamos a succionar la leche de nuestra madre, pero que lo hacemos tras el aprendizaje de su combinación única de olores.
Es lo que han descubierto investigadores del Wellcome Trust Sanger Institute (Reino Unido). Cuando nacemos, nos exponemos al olor del líquido amniótico de nuestra madre, y reaccionamos entonces a dicho olor para alimentarnos.
La succión del bebé es un paso crítico para la supervivencia de los mamíferos, que se definen por dar a luz a hijos que necesitan alimentarse de la leche de su madre. El recién nacido debe comenzar a alimentarse poco después del nacimiento, o morirá. Este comportamiento crucial, decisivo en los mamíferos, ofrece a los investigadores la oportunidad de investigar la biología del instinto.
Investigaciones previas sobre la lactancia han demostrado que las hembras de conejo europeo utilizan una feromona para iniciar la succión en los bebés recién nacidos. Esto ha llevado a muchos científicos a pensar que todos los mamíferos son susceptibles de utilizar el mismo mecanismo. Así, deseoso de descubrir la feromona involucrada en otros mamíferos, el equipo del nuevo estudio eligió al ratón porque tienen un estilo de crianza similar a la de los humanos
"Esperábamos encontrar una feromona que controle la succión en ratones, pero descubrimos un mecanismo totalmente diferente", señala Darren Logan, autor principal del estudio, que ha sido publicado en Current Biology.
Para descubrir los olores involucrados en la iniciación de la lactancia, los investigadores acercaron a ratones recién nacidos por cesárea a senos que habían sido lavados y luego sumergidos en los fluidos que un bebé inhala al nacer: el líquido amniótico, la saliva de la madre (al ser lamidos), la leche materna y la orina. Solo los pechos que olían al líquido amniótico de la madre impulsaron el amamantamiento en las crías.
Posteriormente, el equipo detectó la presencia de una feromona en el líquido amniótico. Al alimentar a ratones gestantes con alimentos de olor fuerte, como el ajo, para cambiar el olor de la madre, si una feromona estaba implicada, el ajo no tendría ningún efecto en la succión. De hecho, sólo los ratones que tuvieron una exposición previa al líquido amniótico con el fuerte olor de su madre fueron capaces de alimentarse con éxito, lo que demuestra que el olor debe ser aprendido.
"Nuestro trabajo demuestra que no existe una feromona para la alimentación de los ratones recién nacidos, sino que las crías de ratón aprenden el olor de esta mezcla única y variable de la madre en el nacimiento", explica la coautora Lisa Stowers, del Instituto de Investigación Scripps.
La evidencia que respalda estas conclusiones proviene de la investigación genética llevada a cabo por el equipo. Los investigadores observaron que los ratones que carecen de un gen crítico en la región de la detección de feromonas en la nariz fueron capaces de localizar el pezón de la madre para succionar. En contraste, los ratones recién nacidos que no tenían la capacidad de oler los olores normales tuvieron problemas con la alimentación.
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