14.9.10

Los científicos buscan una alternativa al cloro de las piscinas

El equilibrio entre la correcta desinfección con cloro del agua de las piscinas públicas y la toxicidad que causa esa medida higiénica no está resuelto en ningún país europeo, aunque sí existen diferencias en la atención que prestan a dichas instalaciones. Así lo explica el epidemiólogo Manolis Kogenivas, coautor del trabajo que alerta sobre la toxicidad genética que supone practicar natación de forma frecuente en piscinas cubiertas desinfectadas con cloro. Los estudios en busca de una alternativa a la cloración abundan, pero no han proporcionado una sustancia que resulte realmente eficaz y que compense la principal ventaja del cloro: su bajo coste.

El bromo, empleado para desinfectar los yacusis públicos de Catalunya y que durante un tiempo se consideró una posible alternativa a la cloración, resulta todavía más tóxico que el cloro cuando se utiliza para conservar la higiene de grandes piscinas, asegura Kogevinas. Si se emplea en los yacusis, advierte, es por la irritación ocular y dérmica que causa el cloro cuando se vierte en baños con aguas movilizadas a gran presión.

ALTERACIONES GENÉTICAS 
El estudio sobre el efecto de la cloración, que publicó ayer la revista Environmental Health Perspectives, indica que la toxicidad y el riesgo de alteraciones genéticas surgen del contacto de dicha sustancia con la materia orgánica que llega al agua, en especial, la orina, la desescamación de la piel y el cabello de los nadadores. Dada la falta de alternativas válidas, Kogenivas sugiere que las piscinas públicas extremen el control de las medidas de higiene que se proponen a los bañistas -ducha antes del baño, alerta contra orinar en el agua, etcétera- y que se establezcan sistemas de aireación de la superficie del agua.

En esa franja, en la que respira el nadador, se concentran los principales residuos tóxicos surgidos de la cloración. «Si la higiene del agua mejorara, no sería necesaria una gran cantidad de cloro para desinfectar las piscinas», añadió Kogevinas.

UNA CALLE CONTAMINADA ES PEOR 
El investigador insistió, no obstante, en la conveniencia de que los nadadores habituales no abandonen esa práctica, dado el beneficio que supone para la salud, en comparación, dijo, con el bajo riesgo que implica la cloración. «Nadar de forma frecuente, o cualquier otro ejercicio físico, reduce en un 20% el riesgo de sufrir cáncer de mama y en un 30% el de padecer cáncer de colon», aseguró Kogevinas. El científico insistió en que es mucho más tóxico caminar por una calle muy contaminada que nadar en una piscina clorada.

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