Un ser inmortal vive en unas balsas del vivero municipal de Tres Pins, en Montjuïc. Es la planaria Schmidtea mediterranea (SM), un gusano de menos de un centímetro de longitud con una habilidad fuera de lo común: se reproduce partiéndose en trozos, cada uno de los cuales da vida a un nuevo ejemplar. La población de Barcelona es el origen de casi todas las planarias estudiadas en una veintena de laboratorios del mundo. Los científicos quieren aprender de ellas cómo regenerar un órgano completo a partir de un trozo. Tres Pins y unas balsas de Menorca son los únicos reductos conocidos en los cuales estos animales aún viven fuera de los laboratorios.
Desde el 2011, un grupo de biólogos trabaja para garantizar el futuro de la especie.
Empezó el biólogo Miquel Vila Farré, quien, tras acabar su doctorado en la Universitat de Barcelona (UB), pidió una beca del Zoo para lanzar un programa de protección de las poblaciones de Montjuïc. Ahora Vila trabaja en el Instituto Max Planck de Biología de Dresde, pero sigue implicado en el seguimiento del proyecto. Marga Parés, técnica de la concejalía de Medio Ambiente, asegura que el ayuntamiento está comprometido con la conservación de la planaria en el marco de su estrategia de impulso de la biodiversidad urbana.
Las planarias regeneran incluso la cabeza cuando ésta es amputada (y la
cabeza amputada regenera un cuerpo). Estos gusanos son potencialmente
inmortales, pues su habilidad de regeneración no parece tener límites.
De algún modo las células madre de las planarias evitan el proceso de
envejecimiento celular y siempre están dispuestas a regenerar tejidos
como el primer día.
«Para reproducirse, la planaria fija la cola a una pared y se estira hasta romperse en dos. Luego, la cabeza regenera una cola, y la cola, una cabeza», explica Francesc Cebrià, investigador en genética de la UB. Una lagartija es capaz de regenerar su cola, pero la cola no es capaz de regenerar la lagartija. La SM es uno de los pocos organismos con cierta complejidad (con cabeza, cola, frente y dorso) capaz de hacerlo.
Esta capacidad tiene un interés obvio: si algo parecido se lograra en humanos, se podrían reconstruir órganos destrozados por enfermedades.
«Es un ser increíble: si cortas una planaria en decenas de trozos, salen de ellos decenas de nuevas planarias», explica Jaume Baguñà, biólogo de la UB que descubrió este animal en el pantano de la Foixarda, en Montjuïc, en 1968. «Además, si le quitas la comida, en lugar de morirse se hace pequeña; cuando le vuelves a poner comida, vuelve a crecer. Puedes repetir el ciclo hasta cansarte», explica Baguñà.
«Hoy, la mayoría de la investigación con planarias del mundo se hace con SM reproducidas a partir de ejemplares de Barcelona», explica Jochen Rink, que las usa en el Max Planck de Dresde. Rink calcula que hay unos 20 laboratorios que investigan con este animal, pero el sector está en expansión.
Entre las planarias que se reproducen partiéndose en dos, la SM es la preferida por una combinación de factores, como que cuenta con un número igual de cromosomas en todas sus células y tiene una variante con reproducción sexual, hechos que ayudan en los experimentos.
No obstante, la población de Montjuïc ha ido menguando. «Han contribuido la cloración, el exceso de vegetación y el secado de algunas balsas, además de la invasión de la competidora Schmidtea policroa », explica Guillem Pascual, biólogo de Galanthus, la entidad encargada por el ayuntamiento de cuidar de las balsas de Tres Pins. El verano pasado, Pascual atrapó centenares de planarias en pequeñas trampas con trozos de hígado, y las sacó una a una con un pincel. Otra debilidad es que cada hija de SM es un clon de la madre (a parte mutaciones casuales), lo que aumenta la homogeneidad genética y reduce la capacidad de la especie de resistir a cambios ambientales. Por esto es necesario mantener la población salvaje, que tiene más diversidad que la de laboratorio.
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