La creciente expansión de los asentamientos humanos durante el Paleolítico Superior (entre hace 35.000 años y 10.000 años) empujó a algunos grandes mamíferos y hasta llegó a causar la extinción de al menos dos de ellos: el bisonte estepario y el tarpán (un tipo de caballo salvaje).
Pero los patrones sobre la evolución de algunas especies de mamíferos durante aquel periodo de la historia son tan distintos que otros animales, como el mamut o el rinoceronte lanudo (ya extinguidos también), multiplicaron sus poblaciones tras contactar con el hombre.
Éstas y otras conclusiones se han plasmado en un artículo sobre la respuesta de diferentes especies de grandes mamíferos a los cambios climáticos y humanos que tuvieron lugar durante el final del cuaternario, firmado por varios científicos y publicado en el último número de la revista Nature.
Uno de sus autores, la científica Jennifer Leonard (adscrita a la Estación Biológica de Doñana -perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas-) ha señalado que los resultados de la investigación son "especialmente oportunos, ahora que intentamos determinar cómo afectará a la fauna el actual cambio climático", pero ha subrayado que las conclusiones obtenidas indican que cada especie reaccionó de forma diferente y por tanto que la ausencia de un patrón común complica la conservación de las mismas.
La investigación ha estado dirigida por expertos de la Universidad de Copenhague, entre ellos la científica Eline Lorenzen, quien ha señalado que esperaban ver patrones parecidos en las especies; "pero lo que en realidad vimos fue todo lo contrario: todas las especies reaccionaron independientemente de estos factores", ha precisado.
Los investigadores han concluido que la extinción definitiva del bisonte estepario (Bison priscus) y del tarpán (Equus ferus) se debió a los efectos combinados del impacto humano y al cambio climático, ha subrayado el CSIC. Durante el periodo objeto del estudio, Eurasia y América del Norte perdieron aproximadamente el 36% y el 72% de los géneros de "megafauna", una pérdida que coincidió con el último máximo glacial, de hace unos 20.000 años.
Los científicos han evaluado el efecto de los dos factores (presión humana y cambio climático) sobre la extinción o la repentina disminución de las poblaciones de ocho grandes mamíferos: el tarpán, el bisonte estepario, el rinoceronte lanudo, el mamut lanudo, el caballo doméstico, el reno, el buey almizclero y el bisonte americano.
Para ello, analizaron casi 900 secuencias de ADN mitocondrial, 2.996 restos de grandes mamíferos y más de 6.000 residuos de asentamientos humanos de aquella época en Eurasia, con el fin de determinar la relación espacial y temporal entre las poblaciones humanas y las de los animales estudiados. Además, esa información se ha contrastado con los modelos climáticos de hace 42.000, 30.000, 21.000 y 6.000 años, según la información facilitada por el CSIC.
Cuatro de las especies analizadas (el tarpán, el bisonte estepario, el rinoceronte lanudo y el mamut lanudo) ya se han extinguido, pero las otras cuatro (el caballo doméstico, el reno, el buey almizclero y el bisonte americano) conservan todavía poblaciones vivas, en algunos casos muy numerosas y que están por lo tanto muy lejos de ser consideradas como amenazadas.
Así, los científicos han achacado la extinción del tarpán y del bisonte estepario a la combinación de los dos factores (presión humana y cambios climáticos) al comprobar que los restos de las dos especies son los más abundantes en aquellas regiones donde hay asentamientos humanos.
Aunque el comienzo del declive de las dos especies coincidió con el máximo glacial, el decrecimiento acelerado que sufrieron las dos coincidió también con la expansión de las poblaciones humanas que se produjo hace unos 16.000 años.
También la distribución del reno coincide con los asentamientos humanos prehistóricos y su mayor declive con el último máximo glacial, pero, al contrario que lo ocurrido con el tarpán o con el bisonte estepario, esta especie ni siquiera se encuentra amenazada de extinción, y los investigadores han achacado esa capacidad de supervivencia a su alta fecundidad y a su flexibilidad ecológica.
Respecto a las poblaciones de mamut y de rinoceronte, los científicos constataron no sólo que no se vieron afectadas por la presencia humana, sino que aumentaron entre cinco y diez veces unos 10.000 años después de haber tenido su primer contacto con los humanos.
La población de buey almizclero no estuvo relacionada con el hombre y como ocurrió con el rinoceronte peludo descendió súbitamente hasta su extinción tras la última glaciación máxima, mientras que la extinción del mamut sigue siendo un misterio para la ciencia, ya que su población continuó aumentando tras esa glaciación, pero posteriormente desapareció de forma repentina.
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