Las ardillas suelen guardar gran parte de los frutos que encuentran en unos pequeños agujeros en el suelo que ellas mismas hacen. Lo más habitual es que olviden gran parte de esta comida almacenada y, de esta manera, las plantas germinen y crezcan. De hecho, las ardillas son fundamentales en el mantenimiento de los ecosistemas precisamente por este hecho.
En el caso que se explica en el último número de la revista PNAS, una de las más prestigiosas del mundo, las semillas fueron olvidadas pero no germinaron. De hecho, se mantuvieron congeladas debajo del permafrost, la capa de suelo que permanece congelada durante todo el año el zonas como Alaska o Siberia, donde fueron encontradas. A este proceso se le llama criopreservación.
Los biólogos rusos encontraron estas semillas, y trataron de hacerlas germinar. Para ello, plantaron cada una de ellas en una maceta, consiguiendo que saliesen la mayoría de ellas. Tras esto, las dejaron crecer durante todo un año en condiciones controladas, y comprobaron que eran capaces de florecer y producir frutos. Después de tanto tiempo congeladas, las semillas eran totalmente viables.
La planta a la que pertenecen estas semillas se llama Silene stenophylla. En la actualidad, esta especie sigue existiendo, pero como se ha podido comprobar ha evolucionado desde entonces. La principal diferencia son sus inflorescencias, que en la antigüedad eran más estrechas de lo que son hoy en día.
Con estos resultados, los investigadores esperan conocer mucho mejor la evolución vegetal, quizá la rama de la biología evolutiva menos desarrollada. Dado que existen enormes extensiones de tierra en forma de permafrost, se pueden obtener semillas de plantas actuales en estadios anteriores de evolución, o plantas extintas.
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