La dosis y la hora de medicar se controlan por vía inalámbrica. El dispositivo, desarrollado por el Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT, de EE.UU.) y la empresa MicroCHIPS, ha ahorrado a las mujeres tener que recibir inyecciones diarias para administrarse el tratamiento.
"Es un hito, un avance espectacular", valoró ayer Josep A. Planell, director del Institut de Bioenginyeria de Catalunya (IBEC). Destacó que esta nueva tecnología puede ser útil no solamente como dispensador de fármacos, sino también como sensor biológico (por ejemplo, para monitorizar los niveles de glucosa e insulina en personas diabéticas). Pero advirtió que todavía faltan algunos años para que los chips implantados en el organismo y controlados por vía inalámbrica puedan utilizarse a gran escala.
Los resultados del primer ensayo en personas de este dispositivo se presentaron ayer en el congreso de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia en Vancouver (Canadá) y en la revista Science Translational Medicine. El ensayo se inició en enero del 2011 en Dinamarca y se prolongó durante cuatro meses. A las participantes se les implantó el chip bajo la piel del abdomen con anestesia local en una intervención quirúrgica ambulatoria de 25 minutos. Según los resultados presentados ayer, el chip funcionó en siete de las ocho participantes en el estudio.
En estas siete, la concentración del fármaco en la sangre fue igual que con las inyecciones diarias. El tratamiento estimuló la producción de tejido óseo. Y la calidad de vida de las pacientes fue mejor con el chip que con las inyecciones, según cuatro encuestas a las que contestaron a lo largo del estudio.
"Cumplir bien el tratamiento es muy importante con muchos tipos de medicación, y puede resultar difícil que los pacientes acepten un régimen terapéutico donde tengan que aplicarse inyecciones", destaca Michael Cima, coautor del estudio, en un comunicado difundido por el MIT. El chip "elimina el problema del cumplimiento", destaca Cima.
"Los médicos podrán ajustar el tratamiento de sus pacientes desde un ordenador o un teléfono móvil", añade Robert Farra, presidente de MicroCHIPS y primer autor del estudio.
Las posibles aplicaciones del chip no se limitan a la osteoporosis sino que se extienden a otras enfermedades en que los afectados tengan dificultad o falta de motivación para cumplir el tratamiento, así como aquellas en que los médicos necesiten monitorizar la evolución de los pacientes. Entre ellas, Farra destaca el dolor crónico, la esclerosis múltiple, las enfermedades cardiovasculares y algunos cánceres.
El chip es fruto de quince años de investigación liderada desde el MIT. Tras los resultados del primer ensayo clínico, la empresa MicroCHIPS anunció ayer que prevé solicitar la autorización para comercializar el dispositivo en el 2014. Pero antes deberá confirmar en estudios más amplios que el chip funciona en un porcentaje alto de pacientes y que no libera por error más ni menos dosis de la que se le indica.
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