23.11.10

La Universidad de Salamanca avanza en el conocimiento de los opioides para ayudar al diseño de un nuevo fármaco contra el dolor

 ¿Por qué y cómo se produce la drogodependencia?, ¿qué responsabilidad tienen los opioides tanto en el tema del dolor como de la adicción?, ¿cómo puede la investigación ayudar a la industria farmacéutica a diseñar un fármaco contra el dolor, eliminando los efectos secundarios de sustancias analgésicas como la morfina?, ¿qué soluciones puede ofrecer la biología molecular a las personas que tienen adicción para poder controlarla?

Son preguntas a las que desde hace veinte años busca dar respuesta el equipo de investigación del Instituto de Neurociencias de Castilla y León dirigido por la catedrática Raquel Rodríguez Rodríguez, del departamento de Bioquímica y Biología Molecular de la Universidad de Salamanca. De su laboratorio han salido hasta ahora veinticuatro tesis doctorales y, según afirma la Dra. Rodríguez, “cada una de ellas ha aportado algo nuevo en la investigación del sistema opioide”. Los últimos avances corresponden al trabajo de Fátima Macho Sánchez-Simón, que ha profundizado en el conocimiento de la actividad reguladora de los opioides, tanto en su función analgésica como en la aparición de tolerancia, dependencia o adicción. Para ello ha utilizado como modelo al pez cebra; la razón por la que se experimenta con los embriones de este pez es que, como afirma la doctoranda Fátima Macho, “son un buen modelo porque simplifican los mecanismos moleculares que estudiamos”, esto es, los que rigen la modulación de la sensación dolorosa.

La tesis de Sánchez-Simón da un paso más en un camino que tiene como meta abrir la puerta al diseño de un nuevo fármaco; un remedio contra el dolor que conserve la potencia analgésica de la morfina pero que elimine sus efectos secundarios. En este sentido, Macho ha estudiado cómo afecta la morfina a la expresión de los receptores opioides de los embriones del pez cebra. Así, ha descubierto in vivo lo que ya se había determinado en experimentos in vitro, por ejemplo, en cultivos celulares: “que la morfina incrementa la proliferación celular, actúa como protector neuronal frente a daños ocasionados por la exposición a tóxicos como el glutamato y potencia la diferenciación neuronal”, explica Fátima Macho en declaraciones al área de Comunicación de la Universidad.

Sin embargo, el reto más importante era otro: desentrañar el posible mecanismo a través del cual la morfina tenía esos efectos. Tras realizar una estancia de seis meses en la Universidad de Minnesota en Minneapolis (EEUU), y estudiar 385 microRNAs, pequeñas moléculas que regulan la transcripción de genes, y su interacción con el sistema opioide, la investigación dirigida por la Dra. Rodríguez reveló la importancia de uno de esos microRNAs, el apellidado “133-b”. Éste, dice Fátima Macho, “inhibe la diferenciación de las neuronas dopaminérgicas, esenciales en la modulación de la sensación dolorosa y el desarrollo de procesos adictivos, y además, al contrario que la mayoría de los microRNAs, inhibe la proliferación celular”.

Oncología y Parkinson
Por eso este descubrimiento tiene relevancia no sólo en el ámbito de la drogodependencia sino también en enfermedades como el Parkinson, ya que la pérdida de neuronas dopaminérgicas es una de las causas por la que ésta se origina, y en distintos tipos de cáncer. Y es que, según un grupo de investigación oncológica de la Universidad de Chicago, a veces el remedio es casi como la enfermedad, porque la acelera. En concreto, explica Fátima Macho, este grupo descubrió que “la morfina aumenta el número de células en proliferación, lo que en embriones es algo positivo para su crecimiento, pero que en ciertos tipos de cáncer incrementa la velocidad de metástasis”.

Esa sustancia, cuyo nombre procede de Morfeo, el dios del sueño, “disminuye la expresión del microRNA-133b, y esto puede ser causa del incremento de la proliferación celular que ese opioide produce, tanto in vitro como in vivo”. Este descubrimiento tendría, según Fátima Macho, relevancia en el campo de la investigación del cáncer con el fin de establecer nuevos tratamientos de control del dolor que no aumenten el riesgo de metástasis. Un tema en el que por primera vez está investigando otro doctorando del grupo, Óscar Blanco.

Para la catedrática Rodríguez “los microRNAs son la clave, porque son regulados por la morfina, pero a su vez regulan el resto del sistema”. Sean o no estas moléculas la pista que sirva a la industria farmacéutica para crear aquel nuevo fármaco, lo cierto es que la investigación del sistema opioide “ha de encontrar ese punto convergente entre la ruta del control del dolor y la ruta de la adicción”.

Inmersos en esa búsqueda se hallan otros investigadores del Instituto de Neurociencias: Roger López, que estudia la relación entre la cocaína y los opioides; Katherine Barreto, cuyo trabajo se centra en la cocaína y la dopamina; Óscar Blanco, quien investiga los neuroblastomas y la morfina; y la profesora ayudante Verónica González, que estudia la influencia de distintos fármacos en receptores NMDA. De este modo “tenemos abiertas todas las posibles ramas de relación que puedan llevarnos a descubrir ese lugar convergente de las rutas que ofrezca pistas para crear un fármaco eficaz sin efectos secundarios”, subraya Rodríguez.

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