El proyecto de observación astronómica más ambicioso acometido hasta ahora en el mundo, la red de radiotelescopios ALMA, acaba de ponerse en marcha a 5.100 metros de altura en el desierto de Atacama (norte de Chile), lejos de cualquier rastro de humedad y de humanidad. Aunque ALMA (Atacama Large Millimeter Array) no estará completamente acabado hasta el 2013, las primeras imágenes obtenidas a medio gas, con solo 16 de las 66 antenas interconectadas, son un ejemplo de sus enormes posibilidades: en ellas se aprecia la lejana galaxia de las Antenas, en la constelación de Corvus, con una definición inalcanzable para cualquier otro telescopio actual.
A diferencia del instrumental óptico tradicional, ALMA es un telescopio interferómetro concebido para captar longitudes de onda milimétricas y submilimétricas, es decir, hasta 1.000 veces más largas que la luz visible, la que detectan nuestros ojos. La observación de estas longitudes de onda permite captar objetos muy fríos, como las nubes de polvo cósmico y gas donde se forman estrellas y planetas.
ALMA es un proyecto internacional encabezado por el Observatorio Europeo Austral (ESO), una organización pública en la que participan 14 países, entre ellos España. También hay destacada participación de EEUU, Japón, Canadá, Taiwán y el país anfitrión.
Las 66 antenas que constituirán ALMA se están instalando en el llano Chajnantor (a unos 1.700 kilómetros de Santiago), aunque por ahora solo hay 20 y cuatro de ellas aún no se hallan operativas. Las antenas, conectadas mediante cables de fibra óptica, se pueden desplazar por el terreno de forma coordinada hasta abarcar un radio máximo de 15 kilómetros. Luego, los datos que se obtienen son procesados informáticamente hasta obtener una sola imagen.
Las dimensiones de las antenas varían entre 7 y 12 metros de diámetros, pero lo que las hace especiales es su trabajo conjunto. De hecho, se espera que los 66 receptores coordinados tengan una resolución 10 veces superior a la del telescopio espacial Hubble. "En su rango de frecuencias, ALMA es realmente único en el mundo por el número de antenas y por la línea de base --la separación máxima entre ellas--, así como por su instrumentación de última tecnología", dice la española Nuria Huélamo, investigadora del INTA-CSIC (Madrid) y coordinadora de uno de los proyectos de observación.
Atacama, un paraje de aridez extrema, y concretamente el llano Chajnantor, con su gran altitud, ofrecen unas condiciones inigualables para la radioastronomía. A diferencia de la luz visible estándar, que se ve afectada por la atmósfera, las ondas milimétricas son bloqueadas por el vapor de agua. Por eso, ALMA se ha construido en una de las zonas más secas del planeta.
UN LUGAR MUY ESPECIAL
"Es un lugar muy especial con unas condiciones ideales para este tipo de observaciones --prosigue Huélamo--. Todo esto supone un cambio muy grande en cuanto a sensibilidad, que es la capacidad para ver objetos cada vez más débiles". "Actualmente ya disponemos de interferómetros excelentes --añade Valentín Bujarrabal, investigador del Observatorio Astronómico Nacional--, pero la calidad de ALMA y su ubicación nos permitirán acceder a información inabordable incluso con el Hubble o el Herschel". Además, "se trata de herramientas complenatarias", precisa Bujarrabal, que coordina otro proyecto de observación en ALMA.
"Hemos esperado mucho, pero los resultados son mejores de lo que podíamos esperar", subrayó en un comunicado Richard Hills, jefe de proyectos científicos de ALMA. "Estamos impresionados", insiste Bujarrabal. "Ahora ya se puede hacer muy buena ciencia", concluye Huélamo, pero a medida que el observatorio crezca, aumentará aún más la precisión y la calidad de las imágenes.
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